MONTEABELLÓN presenta las últimas añadas de sus tintos más emblemáticos
En un magnífico y carnalmente carnívoro menú maridado del restaurante Las Reses en Madrid.
Bodegas y Viñedos Monteabellón acaba de celebrar sus dos décadas de vida en la Ribera del Duero como elaboradores de vino y ya cuenta con reconocimiento propio en la zona.
Ubicada en el pequeño municipio burgalés de Nava de Roa, se trata de una bodega familiar cuya historia arranca bastante tiempo atrás pues comenzaron siendo viticultores, como tantas otras firmas de prestigio.
La familia García, fundadores y propietarios, ha estado vinculada al campo y la viticultura durante varias generaciones.
Con Juan Manuel García Aparicio al frente de la gerencia y dirección del proyecto bodeguero desde sus inicios, junto a Isaac Fernández Montaña, su enólogo, y Xandra González Olmos, responsable de Comunicación y Enoturismo de Bodegas y Viñedos Monteabellón, pudimos degustar y disfrutar –atendiendo con imperecedera y bien merecida gratitud a la convocatoria de nuestra compañera Mara Sánchez– la actualización de las referencias más icónicas y representativas de esta joven, pero ya emblemática bodega ribereña; es decir, las última añadas que salen al mercado de su galardonado tinto ‘roble’ Monteabellón 5 meses 2021; más el símbolo de la bodega Monteabellón 14 meses 2020; y sus elaboraciones más turbadoras y conmovedoras nacidas de la propia complejidad de los terruños en que se originan, Finca Matambres 2018 y Finca la Blanquera 2017.
La presentación de estas cuatro referencias, nos atrevemos a decir que fue algo más que un mero evento dirigido a medios de comunicación especializados. El encuentro se convirtió en un almuerzo maridado en el que pudimos apreciar no sólo las virtudes y características sensoriales y organolépticas de los vinos; sino la profundidad de un proyecto nacido desde un explícito respeto y apego a las viñas y terruños, al saber hacer viticultor y a la experiencia acumulada de la familia durante ya tres –bien cumplidas–generaciones, “apoyado en la defensa del territorio, la identidad, la singularidad”. De ahí su nombre, respuesta y tributo expreso al monte Abellón, un espacio propiedad de Nava de Roa dedicado, principalmente, ya desde el siglo pasado, al cultivo de la vid.
Xandra González Olmos, responsable de Comunicación y enoturismo de Bodegas y Viñedos Monteabellón, nos resumió las líneas básicas sobre las que sustenta su actividad la bodega y fundamentalmente el viñedo. “El año pasado cumplimos el XX Aniversario. La familia empezó por la viticultura y desde ahí se ganaron el respeto y la confianza del resto de viticultores y bodegas de la Ribera del Duero. Año tras año la familia ha reinvertido en ir ampliando instalaciones y fundamentalmente viñedo. Filosofía de distintas altitudes y tipos de suelo para diferentes tipos de vinos”. Y así confirmó y corroboró este aspecto vitícola de forma decidida el propio Juan Manuel García Aparicio, gerente y director de la firma bodeguera.
Llegados a este punto, debemos atender a la clasificación de los vinos de Monteabellón, en función de una triple variedad de sus suelos, en lo que se refiere a altitudes y morfología o composición.
La zona baja está entre 760 y 800 metros sobre suelos franco- arenosos con canto rodado. Son los viñedos más cercanos al río Duero y a partir de los que elaboran sus vinos más jóvenes, frescos y fáciles de beber (Avaniel Rosado y Avaniel Tinto).
Lo que identifican como zona media supera esos 800 metros (hasta los 830). Aquí el terreno es franco arcilloso, con contenidos de caliza y arcilla, y suelos que retienen bien el agua y los nutrientes lo que favorece vinos con alta concentración frutal, con cuerpo y tanino. Es de aquí de donde proceden Monteabellón 5 Meses y Finca Matambres, uno de sus vinos de parcela.
Por último, la zona alta se mueve en una horquilla de 830 a 950 metros de altura donde el suelo es calcáreo arcilloso, pedregoso y rico en contenido calizo con poca retención hídrica y viñas sometidas a condiciones climatológicas extremas. Son las parcelas elegidas para sus vinos de larga crianza: Monteabellón 14 meses y Finca la Blanquera (otro vino de parcela).
Para ponernos en antecedentes, el preámbulo informativo y gastronómico fue maridado con Monteabellón 5 meses 2021. Elaborado al 100% con uvas tempranillo, su viñedo crece en un terreno franco-arcilloso situado a unos 800-830 metros de altura, realizando tras su vinificación una leve crianza de al menos cinco meses en barricas de roble francés y americano.
Como nos explicó Isaac Fernández Montaña, su enólogo desde hace prácticamente dos décadas (a la postre casi podríamos incluirle en este legado familiar, ya que es su director vitivinícola desde 2004), este vino muestra bien a las claras el propio devenir de Monteabellón, que podría considerarse como “la bodega que, cualitativa y porcentualmente, más ha crecido en la Ribera del Duero. Desde el respeto a la materia prima, los vinos han mejorado muchísimo en estos años”. Y este tinto ‘roble’, de corta crianza, es un vino que además, también podría considerarse como testigo de esa evolución de tendencias o ciclos que cada cierto tiempo, cada década, pueden constatarse en esta DO.
A partir de la búsqueda de la esencia, y tras superar en Ribera del Duero la época “de mucha producción de uva y poco alcohólica” de los ’80, ó la obsesión “maderizada” de los ’90, con la entrada del nuevo milenio empezó a gestarse un periodo de vinos en los que ya iba primando menos la extracción; vinos más consumibles a corto plazo, con PHs más bajos y, por tanto, con una acidez más fresca, menos fenólica. Monteabellón 5 meses 2021 es un muy buen ejemplo de esta tendencia, subrayada a partir de la década de los nuevos años ’10, con la “vuelta” a lo primario, a la fruta, la vuelta al campo, a esa importancia vital la elección de la fecha de vendimia…
A estas alturas, aún disfrutando en la mesa con unos magníficos entrantes (una estupenda ensalada de tomate y ventresca, unos portentosos espárragos blancos, tanto en versión cocida como hechos al fuego) la presentación ya se había convertido en una cálida reunión que –una vez más– tenía como protagonista de las ilustrativas y enriquecedoras conversaciones a la viña, y a todos esos mundos paralelos que transmutan al vino en relato histórico, científico, periodístico y cuasi legendario.
Unas magníficas alcachofas, nuevamente tratadas al fuego y bien surtidas de virutas perniles, nos introdujeron en conceptos y elementos que identifican a ese perpetuo proyecto que es Monteabellón. Como valoraron nuestros anfitriones, la familia García ha ido mejorando durante todos estos años las bases de su éxito enológico; tanto en instalaciones de bodega como, especialmente, reinvirtiendo en viñedo.
Juan Manuel García Aparicio, director-gerente de la bodega y representante directo de la familia, y la responsable de Comunicación, Xandra González Olmos, nos iban señalando de forma alternativa las claves del proyecto, mientras Isaac apuntalaba los matices característicos de cada una de los vinos y aspectos técnicos y enológicos. Y, en cierto modo, con el siguiente tinto obtuvimos la definición de la filosofía vitivinícola de Monteabellón.
Su vino estandarte es Monteabellón 14 meses 2020, un tinto tempranillo con una crianza de al menos 14 meses en barricas de roble francés (70%) y americano (30%) que nace en viñas localizadas a una altitud que oscila entre los 830-950 metros sobre suelos calcáreo-arcillosos con piedra caliza. Era momento ideal para profundizar en ese carácter viticultor que impregna su cultura viñadora desde sus orígenes así como la definición del perfil enológico de sus vinos de familia, de sus tintos de tempranillo.
En la actualidad, Monteabellón cuenta con unas 195 hectáreas de viñedo distribuidas en distintas parcelas (entre territorio de Burgos y de Valladolid), cada una de ellas con sus propias características dado que se encuentran a distintas alturas y sobre diferentes tipos de suelos. Esto se traduce en seis vinos de variados perfiles. Sólo trabajan con variedades autóctonas, la mayor parte tempranillo –disponen en torno a un 5% de merlot–, y todo viñedo propio.
Como si de un jardín se tratara, sus viñedos son objeto de unos cuidados pormenorizados. Es lo lógico, teniendo en cuenta el rigor y la exigencia en la selección de la materia prima para obtener unos vinos exquisitos. Trabajan todo el viñedo en ecológico con lo que no emplean productos químicos de ninguna clase (ni herbicidas ni insecticidas) permitiendo que la fauna haga su papel durante el desarrollo de las cepas. Una filosofía empresarial con la que además contribuyen de manera muy positiva a la reducción de emisiones de dióxido de carbono y con ello ponen su granito de arena en la lucha contra el cambio climático.
Aunque hay trabajos de campo aplicados de forma común a viñas, como la poda en verde, o la conducción de la práctica totalidad del viñedo por el sistema de espaldera, o actuaciones enológicas como el ejercicio de unas maceraciones de la uva más cortas (para compensar la fuerte carga tánica de la variedad), en cualquier caso prima la búsqueda de una expresión frutal por encima de esa otra aportación en su crianza del tanino del roble u otros matices aromáticos o estructurales de la madera. De todos modos, y aunque son vinos que están listos para ser disfrutados ya, estos tintos tienen el carácter de la uva tempranillo y de la Ribera del Duero y la consistencia suficiente para durar –aguantar y mejorar– muchos años en la botella.
Regresamos a Monteabellón 14 meses 2020. Y así hemos llegado a un vino aromáticamente muy sutil y elegante, en el que distinguimos tonos balsámicos, regalices y recuerdos de sotobosque que complementan una nítida expresión de fruta rotunda y sabrosa. Mantiene esa magnífica acidez que aporta frescura y longitud al vino en la boca, en un recorrido redondo, amplio, con elegantes matices tánicos y tostados (propios de la madera, usada de 2-3-4-5 años, barricas de roble de grano fino en que madura el vino). Un vino de gusto muy sabroso y equilibrado, con predominio de las notas de frutas maduras, rojas y negras, de bosque.
Nos pareció una muy buena línea de partida o de horizonte para definir a estos selectos tintos de Monteabellón. Pero aún nos quedaba una vuelta de tuerca de enoexpresión con sus dos exclusivas ediciones limitadas de finca. Para ello, tras un rico guiso estofado de setas, nos habían reservado un completo capítulo de degustación de diferentes carnes, cortes y maduraciones de vacuno; la verdadera especialidad del restaurante Las Reses (casa fundada en 1964 localizada en la Calle Orfila, nº3, en el animoso barrio de Almagro, del castizo distrito de Chamberí). Aquí quedaba aún mucho por torear; terciar, libar, masticar, y por tanto hablar, contar y ante todo escuchar.
El ritual carnal de la elección y corte de las diferentes piezas y canales, nos facilitó el disfrute de nuestro siguiente vino. Finca Matambres 2018 procede de un terreno franco-arcilloso, cuyos viñedos se encuentran a una altitud entre los 800 y los 830 metros. Ese terreno de margas, limo y arena, facilita una relación hídrica que aporta más frescor gracias a la buena retención natural de humedad.
Color, estructura y matices más complejos que, sin embargo, gracias a esa acidez que ya hemos comentado antes, no impiden en absoluto que el trago de Finca Matambres 2018 sea redondo, en cierto modo fácil. La uva llega a bodega fresca y muy sana gracias a la vendimia nocturna para su cosecha. Una vez en depósito, sólo os objeto de un –o ningún– leve remontado manual y además realiza la maceración en frío. Todo esto le confiere un carácter fragante y aromático; y un gusto estructurado y equilibrado, con una aportación muy sutil de la madera, con muy amables matices de especias dulces y sutiles notas tostadas.
Por fin, llegamos a Finca La Blanquera 2017, con la que terminamos de finiquitar las magníficas carnes de vacuno hechas al momento… e incluso nos sirvió para terminar de maridar nuestra elección dulce del surtido y espectacular carro de postres caseros.
Quizá sea el vino con más connotaciones personales en la bodega –puede que incluso odiado y amado al tiempo a un mismo nivel, por todo un exceso de esfuerzo que ha conllevado–. Este tinto de tempranillo con una crianza en roble francés de al menos 24 meses, procede de una finca situada a una altitud de 830-950 metros en un terreno calcáreo-arcilloso, con piedra caliza… Por eso la terminaron llamando “la blanquera”… Incluso la matriarca de la familia como se refería a esta finca al propio Juan Manuel García Aparicio y a sus hermanos como “la puta blanquera”.
Nos atrevemos a decir y decimos que aquellos días también han quedado marcados ‘a hierro y fuego’; días en los que, hace más de dos décadas y media –dedicándose ellos entonces a la provisión de uvas para otros– decidieron plantar esta hostil e inhóspita finca –“ahí nos pasábamos todo el día, plantando a mano con los cinchos y llegábamos por la noche a casa derrotados y como si nos hubieran rociado con polvos de tiza”. Barruntamos algo de sangre y de lágrimas, adivinamos mucho sudor y esfuerzo. Literalmente, nos reconoce Juan Manuel, incluso con cierto resquemor, “acabamos reventados”… Obligatoriamente, el vino de este terruño tiene que expresar ese carácter único, esa rebeldía e incluso esa capacidad visionaria de la familia, multiplicada con el paso de las generaciones: cuando todo el mundo les tomaba por locos o por tontos, ellos en el año 1997 plantaron en altura, antes incluso de fundar la propia bodega.
“La Blanquera” en origen eran 3 hectáreas ganadas a la piedra. Por algunas de estas razones, entre otras, como el hecho de poderse considerar como un vino casi “de páramo”, donde la roca madre está casi a la vista, adivinamos también que es un vino al que Isaac, su enólogo, le ha buscado una mayor diversidad de registros: un tinto singular que nace en una parcela compleja. Un tinto complejo y amable al tiempo, de fuerte personalidad, con esos atributos comunes a todas las referencias Monteabellón, acidez refrescante, sabrosa fruta roja en sazón, redondez y amabilidad, pero al que se unen armónicamente, sin estridencias, en una interesante compenetración, notas balsámicas, tostadas, especias dulces y cálidas, regalices y un sugerente fondo mineral, incluso con algún eco salino.
Trazos gruesos y finos de un encuentro que gracias a las personas y los vinos de Monteabellón, quedó plasmado en nuestra memoria sensorial como el esbozo de una franca sonrisa, como el boceto previo de un magnífico lienzo sobre el que disponer sentido común, sensibilidad, fragancia, saber y sabor.
LOS VINOS
Monteabellón 5 meses en barrica 2021
Tempranillo con al menos cinco meses en roble francés y americano.
De un terreno franco-arcilloso a unos 800-830 metros de altura.
PVP aproximado: 9,70 €
Monteabellón 14 meses en barrica 2020
Tempranillo con una crianza en barrica de al menos 14 meses, 70% roble francés y 30% roble americano.
Viñas a una altitud que oscila entre los 830-950 metros sobre suelos calcáreo-arcillosos con piedra caliza.
PVP aproximado: 16 €
Finca Matambres 2018
Tempranillo con al menos 20 meses en barrica, 80% roble francés y 20% roble americano.
De un terreno franco-arcilloso a una altitud entre los 800 y los 830 metros.
PVP aproximado: 27,50 €